La vivienda conserva su estructura original: techos altos, pilares de hormigón, paredes de ladrillo visto y un gran ventanal que baña de luz el interior. Una base que les ha permitido experimentar con libertad, sin necesidad de grandes gestos. La distribución fluye, sin rigidez, y se adapta con naturalidad al día a día: desde los paseos de sus dos perros hasta las composiciones cambiantes que montan y desmontan según su inspiración.

En el centro, la cocina. Sencilla y neutra, con frentes en LAMINADO Metal, funciona como contrapunto práctico dentro de un entorno muy expresivo. Las texturas de las paredes, desde hormigón hasta ladrillo combinan con el azul de la pared y  las obras de arte apoyadas sobre la encimera forman un equilibrio entre lo funcional y lo personal.