Por qué los materiales vivos crecen contigo
Hay elementos dentro de una casa que son testigos de nuestra vida. La cómoda de cajones de madera surcada de grietas, la encimera de linóleo cuya superficie se llena de pequeñas ondulaciones, la mesa de la terraza que palidece tras sucesivos veranos de sol. Basta con verlos para que nos invada una sensación de reconocimiento: los saludamos mentalmente, les decimos “así que sigues ahí, ¿eh?”, los tocamos y sonreímos. Guardan momentos que evocamos al pasar la mano por su superficie y notar sus imperfecciones. Su presencia nos aleja de la tediosa cotidianidad y nos conecta con tiempos mágicos, visiones de la infancia, recuerdos de cuando la exploración de una casa estaba plagada de revelaciones, cajones secretos, escondites, texturas, formas y materiales que ya no nos abandonarían.