Ubicado en el corazón de Madrid, en un edificio de principios del siglo XX, una pareja joven ha decidido darle un toque moderno a su vivienda clásica. Buscaban un diseño funcional y contemporáneo que se fusionara armónicamente con la belleza arquitectónica original del edificio.

La necesidad de un espacio continuo que unificara la cocina, el comedor y el salón fue el principal desafío del proyecto. El diseño propuesto derribó las barreras que aislaban la cocina, abriéndola al salón y hall, permitiendo así un flujo de luz natural que invade y realza todos los espacios.

Se ha compartimentado el área con la astuta incorporación de un armario y una península que delimitan, pero no cierran, los ambientes. Con la inclusión de estos elementos, se maximizó el almacenamiento, cumpliendo otro requerimiento esencial de los propietarios. Se añadieron armarios en el dormitorio y junto a la entrada, expandiendo aún más las posibilidades de guardado.

Los acabados elegidos presentan una elegante cocina con LAMINADO metal y tiradores PLANTEA en blanco. La encimera de piedra natural otorga resistencia y distinción, mientras que los armarios de madera de cerezo con tiradores PLANTEA en blanco y negro añaden calidez. El contraste de texturas y colores, donde predominan los tonos vainilla, marfiles y blancos rotos, confiere a la estancia una sensación de amplitud y luminosidad.

La reforma ha resultado en un espacio abierto y cohesivo que responde a las necesidades y estética contemporánea deseada por la pareja. A pesar de su nueva modernidad, la vivienda conserva la esencia y el encanto de los edificios madrileños de principios del siglo XX, constituyendo un perfecto equilibrio entre lo nuevo y lo tradicional.