En Valencia, se ha hecho una transformación en una vivienda de 108 m2, complementada con un espacioso patio de 45 m2. El desafío principal de este proyecto fue reinventar el apartamento para que aprovechara al máximo su relación con el espacio exterior.

Situado en la primera planta de un edificio tradicional, el apartamento se enfrentaba a la necesidad de integrar dos patios desaprovechados en su diseño: un amplio patio de manzana y un más íntimo patio interior. La meta era hacer que estos espacios exteriores se convirtieran en una extensión natural de la vivienda.

Para lograr esto, se dividió el apartamento en dos zonas principales: una zona de día, que fluye hacia ambos patios, y una zona de noche más reservada. La zona de día se bifurca alrededor del pequeño patio interior, creando un espacio dual que consiste en una sala de estar con estudio y una cocina comedor que se abre hacia los patios.

La zona nocturna comprende dos dormitorios, uno de ellos con un baño en suite y vestidor, proporcionando privacidad y comodidad.

La cocina, diseñada en madera de roble, cuenta con diversos módulos de almacenamiento y una isla con encimera de piedra natural integrando la estufa. Esta cocina abierta, que fluye hacia el salón, combina la madera natural con las baldosas cerámicas, creando un ambiente cálido y estéticamente coherente con el resto de la casa.

Esta reforma ha transformado el apartamento en un lugar lleno de luz y espacio, donde los exteriores se integran a la perfección con el interior.