Por qué los materiales vivos crecen contigo

Hay elementos dentro de una casa que son testigos de nuestra vida. La cómoda de cajones de madera surcada de grietas, la encimera de linóleo cuya superficie se llena de pequeñas ondulaciones, la mesa de la terraza que palidece tras sucesivos veranos de sol. Basta con verlos para que nos invada una sensación de reconocimiento: los saludamos mentalmente, les decimos “así que sigues ahí, ¿eh?”, los tocamos y sonreímos. Guardan momentos que evocamos al pasar la mano por su superficie y notar sus imperfecciones. Su presencia nos aleja de la tediosa cotidianidad y nos conecta con tiempos mágicos, visiones de la infancia, recuerdos de cuando la exploración de una casa estaba plagada de revelaciones, cajones secretos, escondites, texturas, formas y materiales que ya no nos abandonarían.

Son muebles vivos porque en su fabricación se emplearon productos orgánicos, aquellos que mutan y evolucionan con el paso del tiempo. Dos de ellos son el linóleo CUBRO de la gama LINÓLEO, con un 95% de elementos naturales, elaborado a base de polvo de corcho, aceite de linaza y resina de pino, con su característico tacto y su maravillosa suavidad; o nuestro contrachapado de abedul, el tablero que empleamos como base en las gamas LAMINADO y LINÓLEO. Aunque sólidos y resistentes, adecuados para la configuración de cualquier cocina, ambos materiales son naturales, lo que hace que no sean completamente inalterables al tiempo.

Como en el caso del linóleo y el contrachapado abedul, su valor reside en los matices y cicatrices que adquieren, una capacidad que los hace únicos. Nunca habrá dos muebles iguales. Como si se tratase de un ser vivo, la exposición a la luz solar puede colorear su superficie. El cambio de estaciones -las humedades, el calor, el frío- afectará a su textura gradualmente, de forma casi imperceptible. También las pasiones humanas dejarán marca: el salto desde una silla por un gol, el baile de un niño encima de una mesa, la incisión en la encimera al cocinar la primera receta. Este carácter mutable de los materiales también exige cuidados: para su supervivencia y conservación tendremos que mimarlos con pequeños tratamientos y limpiezas periódicas. Para los cantos del tablero de contrachapado abedul, por ejemplo, aplicamos aceites naturales que protegen la madera. Y el linóleo habrá que lavarlo con un jabón especial que no dañe su textura. Su buen mantenimiento nos recompensará: al contemplar estos muebles recordaremos nuestra historia y nuestras vivencias. Veremos el pasado y el futuro de un hogar.