A pocos minutos de Barcelona, en un edificio de los años noventa, una familia encontró por fin el momento de hacer realidad la reforma que llevaban años imaginando. Durante más de cinco años, vivieron en este piso de 99 m² con la idea clara de que no era su forma definitiva. La luz era buena, el espacio tenía potencial y, sobre todo, había algo difícil de encontrar en la ciudad: una terraza trasera de más de 100 metros cuadrados.

El proceso de reforma coincidió con otro cambio aún más importante: la espera de su primera hija. Tres días después de que la obra finalizara, nació la pequeña. Así, la casa se estrenó con un doble comienzo.

Todo lo que antes estaba compartimentado se abrió para ganar continuidad, pero sin perder estructura. Se cuidó especialmente la conexión entre cocina, comedor y terraza, para que la vida cotidiana pudiera moverse con naturalidad entre los espacios. Los materiales elegidos responden a esa misma idea. El microcemento unifica suelos y paredes con una textura suave, mientras que la madera natural, presente en frentes y armarios en WOOD Roble, los cuales aportan calidez sin recargar. 

La cocina, diseñada con una combinación ingeniosa de acabados, LACA Marga y Roto y LAMINADO Metal, encuentran un equilibrio visual que roza lo ecléctico sin perder coherencia. El espacio está pensado para cocinar entre varias personas, con una distribución generosa y gran capacidad de almacenaje que facilita el día a día. En cuanto a los materiales, se eligieron por su sencillez elegante y su vínculo con lo natural: la madera aporta calidez y un sentido de arraigo, mientras que la LACA, con su textura suave y continuidad visual, envuelve el conjunto en una atmósfera serena y contemporánea. Sobre este fondo neutro, los estallidos de color, tonos terracota y metálicos, inyectan vitalidad y un aire que dialoga con la luz dorada que inunda la estancia.

En los baños se utilizaron dos combinaciones distintas: LACA Roto con WOOD Roble para uno, y LACA Marga en el otro. La decisión responde tanto a criterios estéticos como funcionales: cada uno cumple una necesidad distinta, y su diseño permite que la rutina de la familia fluya sin interrupciones.

Este no es un piso que pase desapercibido. El conjunto, desde los acabados hasta la distribución, responde a una visión clara y valiente. Cada elección, desde las baldosas artesanales hasta los contrastes cromáticos, suma a una cocina que no solo funciona, sino que tiene presencia. Lejos de buscar una estética neutra, aquí el diseño toma partido y se convierte en parte activa de la experiencia cotidiana. Un espacio donde cada rincón tiene algo que decir.