A las afueras de Madrid, en el casco antiguo de San Sebastián de los Reyes, María encontró lo que llevaba tiempo buscando: una casa antigua, con historia y con un patio donde su hijo pudiera jugar al sol. Frente a la idea de mudarse a un piso en el centro, eligieron reformar esta vivienda unifamiliar que, tras una transformación completa, se ha convertido en un lugar donde la vida se toma con más calma, y cada estancia responde a un ritmo familiar y luminoso.

La casa se organiza en dos plantas y se abre hacia un patio de 50 m² que actúa como el corazón de la casa. El proceso de reforma no fue sencillo, pero estuvo lleno de decisiones conscientes. La distribución original, dio paso a una nueva organización que permite que los espacios se conecten sin perder su identidad. La cocina, el comedor y el salón no forman un único ambiente, pero dialogan entre sí a través de aperturas, puertas  y pasillos breves que dejan pasar la luz sin renunciar a la intimidad.

Más allá de lo arquitectónico, esta casa cuenta otras historias. Como la de los suelos hidráulicos antiguos, rescatados de la vivienda de su bisabuela y conservados durante años por su abuela con la esperanza de que alguien los volviera a colocar. Ahora, esas piezas únicas recubren la cocina, integrándose con naturalidad en una paleta de materiales que mezcla barro, madera y cerámica con un lenguaje actual. 

En esa voluntad de dar nueva vida a lo heredado, la cocina ocupa un lugar especial. Diseñada en WOOD Roble, apuesta por una estética calmada, cálida y práctica. La península invita a quedarse, a compartir, a hacer vida alrededor. Y todo el espacio respira en equilibrio gracias a la conexión con el suelo hidráulico recuperado de la casa de su bisabuela, que hoy vuelve a tener sentido bajo una nueva luz.

Esta es una casa donde el exterior forma parte de la rutina, donde cada rincón tiene una función y un recuerdo, y donde el diseño está al servicio de la vida cotidiana. Una casa que transporta al verano incluso cuando estás en la ciudad.