Gesto, artesanía y escala: En conversación con Thomas Morineau Barthelemy

El arquitecto y diseñador de muebles Thomas Morineau Barthelemy se mueve con soltura entre diferentes escalas, desde taburetes modulares hechos a mano hasta arquitectura a gran escala, siempre guiado por su fascinación por la honestidad de los materiales y la «expresión del gesto». Con sede entre París y Marsella, su estudio combina la materialidad en bruto, el saber hacer artesanal y la adaptabilidad. Hablamos con Thomas sobre su trayectoria desde las grandes infraestructuras hasta los objetos más complejos, su filosofía de diseño y la reciente renovación de un apartamento en Marsella.

Acerca de su práctica y filosofía

Comenzaste en la arquitectura antes de pasar al mobiliario y los interiores. ¿Cómo se produjo esa transición?

De niño ya dibujaba lámparas y sillas, una fascinación que nunca me abandonó. Esa curiosidad me llevó a estudiar arquitectura en la ENSA Paris-Malaquais. Hace tres años, decidí volver a conectar con mi primera pasión y comencé mi andadura en el mundo del diseño de muebles, donde ahora exploro el diálogo entre la arquitectura y los objetos a una escala más íntima.

Tu práctica se basa en la idea de «aprender la expresión del gesto». ¿Qué significa eso para ti?

Considero mi práctica como una plataforma interdisciplinaria basada en un profundo respeto por las materias primas y la artesanía. Un diseño comienza con un dibujo, pero solo existe a través de un gesto hábil aplicado directamente al material. Esa continuidad es esencial. Es un ir y venir iterativo entre quienes fabrican y quienes diseñan.

Las materias primas y el saber hacer artesanal son fundamentales en tu trabajo. ¿Cómo cultivas ese diálogo entre la mano, el material y el diseño?

Me esfuerzo por crear espacios, muebles y objetos que transmitan sinceridad, sin decorados ni disfraces innecesarios. Una piedra en bruto, una arcilla densa o una pieza de madera cuidadosamente seleccionada ya encierran una historia inmensa. Cuando son moldeados por artesanos expertos, estos elementos revelan una profundidad y una presencia que nos llegan al alma. Mi objetivo es difuminar los límites entre lo refinado y lo crudo, creando objetos que nos reconecten con algo atemporal y profundamente humano.

Has trabajado en todo tipo de proyectos, desde planificación urbana hasta mobiliario. ¿Cómo influye en su diseño el hecho de pasar de una escala a otra?

Al principio de mi carrera trabajé en proyectos urbanos a gran escala, espacios públicos, plataformas de aeropuertos. Con el tiempo, sentí la necesidad de acercar la escala al cuerpo. La disciplina que requiere la escala urbana agudiza mi enfoque por los detalles, mientras que la sensibilidad de trabajar a escala humana devuelve el matiz a los proyectos más grandes. Cada uno alimenta al otro, creando un diálogo continuo en mi práctica.

MOD001 Iki, por ejemplo, es un sistema modular fabricado íntegramente en madera maciza, ensamblado sin tornillos ni pegamento. Todos los elementos son intercambiables, lo que permite que la pieza evolucione con el tiempo. Dos vigas pueden transformar un taburete en un banco; cambiando cuatro patas se convierte en una consola. El concepto es crear muebles que crezcan con su propietario, adaptándose tanto en función como en estética.

Sobre el proyecto en Marsella

Hablemos del apartamento de Marsella en el que trabajaste con CUBRO. ¿Qué crees que lo hace tan especial?

Este apartamento era especialmente significativo. La clienta ya había comenzado la demolición, por lo que el proyecto debía avanzar con rapidez y precisión. Su visión era crear una casa flexible, abierta y fluida cuando estuviera sola, pero capaz de transformarse en un espacio más privado para los invitados. Diseñamos una biblioteca de madera a medida que se extiende desde la entrada hasta la cocina con puertas correderas de madera teñida. Esto permite que el apartamento cambie de forma divertida entre una distribución abierta y una discreta distribución de dos dormitorios.


La cocina que diseñaste tiene un ambiente muy específico. ¿Cómo lo abordaste, y que tenias en mente?

Seleccionamos una combinación de WOOD Nogal y LAMINADO Sable, que evoca un sutil ambiente de los años 50. Los acabados son robustos y cuidadosamente seleccionados, lo que garantiza que el proyecto siga siendo elegante y relevante con el paso del tiempo.

Desde tu punto de vista, ¿Cómo pueden colaboraciones como esta dar lugar a espacios más sostenibles y significativos?

Trabajar con una marca comprometida con la tradición, la artesanía y la calidad duradera crea el entorno perfecto para explorar soluciones perdurables. La producción directa de CUBRO en Madrid garantiza una calidad constante y una estrecha conexión entre el diseño y la fabricación. Es esta combinación de artesanía, adaptabilidad y fiabilidad lo que los convierte en el socio ideal para interiores sostenibles y de alta calidad.


Echando la vista atrás al proyecto de Marsella, ¿Hay algún detalle que represente mejor tu enfoque?

El primer contacto con la clienta. Ella había comenzado la renovación y se enfrentaba a muchas incertidumbres, por lo que tuvimos que actuar con rapidez y establecer una dirección clara. Una vez definido el concepto, era fundamental encontrar socios dispuestos a comprometerse plenamente. La experiencia y la capacidad de respuesta de CUBRO nos permitieron llevar a cabo la renovación con éxito en un plazo de tiempo muy breve, lo que refleja mi enfoque en el diseño cuidadoso, la adaptabilidad y la estrecha colaboración.

En el trabajo de Thomas Morineau, el gesto es más que una forma: es una manera de pensar, de vivir, de construir con cuidado. Ya sea diseñando una biblioteca que transforma un hogar o desarrollando un sistema modular que se adapta al tiempo y al uso, su práctica nos recuerda que un buen diseño no impone, sino que responde. Con cada proyecto, nos invita a mirar más de cerca: los materiales, el ritmo de la vida y la inteligente sencillez de las cosas bien hechas.