En el corazón de París, un apartamento de 110 m² ha sido completamente transformado para adaptarse a una nueva forma de habitar, sin renunciar a su historia. El reto: convertir un clásico haussmanniano en un espacio contemporáneo, familiar y funcional, con una distribución más generosa, una habitación adicional y una cocina que ahora se abre al salón.

El proyecto partía de un objetivo claro: optimizar el espacio sin perder el alma del lugar. La cocina original fue trasladada al salón para dar lugar a una amplia zona común y liberar espacio para un nuevo dormitorio. 

Las molduras originales, la chimenea restaurada y los suelos de madera recuperados conviven ahora con materiales actuales como el cemento esmaltado, el terrazo que aporta misterio y profundidad. Este juego de contrastes, entre lo que permanece y lo que se transforma, entre lo decorativo y lo minimal, define la identidad del proyecto.

Al integrarse en el salón, la cocina debía responder con elegancia y discreción. Por eso se optó por frentes en LAMINADO Blanco, que aportan claridad visual y se funden con la arquitectura sin competir con ella. El diseño se resolvió con líneas limpias, sin tiradores visibles, y con mobiliario a medida que aprovecha al máximo cada rincón.

El resultado es una cocina familiar, sobria y funcional, que se convierte en parte del paisaje doméstico sin dominarlo.